Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Crónica de una farsa anunciada

* De la política al ridículo

* Comedia en un sin fin de actos

En la tarde del miércoles 22 de octubre de 2008, El Peje se dirige a la multitud, que espera sus palabras: “Yo no voy a decidir, el pueblo será el que decida si aceptamos que los senadores aprueben la Reforma mañana”.

Las urnas ya están instaladas. Sólo son dos preguntas. La uno: se aceptan los dictámenes aprobados por el Senado. La dos: no se aceptan y se movilizan para rechazar las reformas.

Las muchachas que están junto a cada urna se dirigen a los votantes, conforme pasan a depositar su voto: “Hay que votar por la dos… Cruza la dos, es lo que hay que votar… La dos…”

Cuando acaba la votación, allegados al presidente legítimo, “de confianza”, cuentan los votos y anuncian: “Una vez contabilizados todos los votos, el 31 por ciento votó por el uno y el 69 por ciento por el dos. Nos vamos a la movilización”.

El tabasqueño levanta los brazos y se dirige a la multitud: “Nos vemos a las siete de la mañana, para dirigirnos al Senado”.

El jueves, se levanta Andrés Manuel a las cinco de la mañana. Hay que impedir a como dé lugar que se vote la Reforma Petrolera.

La muchacha ya le está preparando el desayuno. Sabe sus gustos. Se está acostumbrando de nuevo con El Peje, porque éste se había ido del departamento de Copilco cuando se casó.

Pero ya está de regreso, se peleó con la esposa y la dejó, junto con el recién nacido, en la casa en la que se consumó el matrimonio. Ahora él puede gozar de nuevo de su condominio en Copilco.

 — No se te olvide poner la ofrenda hoy mismo. Ya se acerca el Día de Muertos.

— Es que como ya se casó usté otra vez, creí que ya no nos íbamos a acordar de la señora.

— Bueno, pero ya regresé ¿no?

El Peje desayuna a gusto acompañado por su chofer. A las 6:20 de la mañana se van al hemiciclo. Ya están ahí Las Adelitas y muchos más de sus compañeros, los fieles seguidores, los que siempre han estado con él.

Claudia Scheinbaum y Rosario Ibarra encabezan la marcha hacia Xicoténcatl. Primero las damas, por aquello de que los quieran agredir. Ellas son un buen escudo para que nadie salga lastimado, sobre todo El Peje, el líder del movimiento. Impensable que algo le pueda pasar.

Ya para llegar, Andrés Manuel agarra del brazo a Chayito y se une a los que van llegando frente al Fru Frú. Los integrantes de la Policía Federal Preventiva están apostados formando una barrera con sus escudos para que nadie llegue a la puerta del recinto.

Andrés se pone a discutir con ellos:

— Déjenme pasar.

— No podemos, señor, son órdenes.

— Soy el presidente legítimo de México. Déjenme pasar.

— No podemos, nadie puede pasar.

Llegados a este punto, los manifestantes, junto con su líder y Las Adelitas empujan los escudos de los policías buscando tirarlos junto con sus portadores para pasar encima de ellos y armar trifulca dentro de la Cámara de Senadores.

Como no pueden hacerlo, El Peje empieza a patear el escudo que tiene enfrente. Lo mismo hace Fernández Noroña. Los policías resisten. El Peje escupe al que tiene enfrente.

— Señor, yo soy un empleado, ¿por qué me escupe?

— Porque estás defendiendo al usurpador, al pelele, a los poderosos, contra nosotros que somos el pueblo, contra mí, que soy el presidente legí…

Ya no puede seguir porque los de atrás empujan con tal fuerza que los oprimen a él y a las que lo acompañan al frente, contra los escudos.

— Espérense, compañeros, me están lastimando. Espérense tantito, estoy dialogando (¡¡) con estas gentes para que me dejen pasar.

En este punto, se le acerca un reportero, grabadora en mano, que le pregunta:

— ¿Qué es lo que usted quiere?

— Nada más que me dejen pasar, aunque sea a mi solito, para dirigir la palabra a los senadores. Les quiero pedir que incluyan sólo doce palabras en uno de los dictámenes, en las que se estipule que no se van a dar contratos de exploración que otorguen bloques o áreas exclusivas…

Lo interrumpe el reportero:

— Pero Andrés Manuel, si ya se incluye un párrafo que dice que no se otorgarán contratos de exploración a particulares.

—No le hace, así quedo más tranquilo. Qué les cuesta dejarme pasar. Nada más quiero dirigirme al pleno. Lo que ellos no quieren es que conste en actas que yo les enmendé la plana porque lo que buscan son subterfugios para privatizar PEMEX, el petróleo…

— ¿Por qué no lo hizo cuando se discutían los dictámenes, ayer mismo?

López Obrador finge demencia y no le contesta.

Fernández Noroña lo jala de un brazo y le dice: “Vámonos a la Torre del Caballito, van a sesionar allá. Y nosotros aquí, en la baba”.

El Peje se le queda viendo, como diciendo “Yo no, yo estoy cumpliendo mi misión”, pero no dice nada, Gerardo ya se dio la vuelta y el contingente se encamina hacia la calle de Lázaro Cárdenas, para dirigirse a la sede alterna del Senado. Se van a paso veloz.

En ese lugar, el presidente del Senado, Gustavo Madero, pide la intervención de la fuerza pública, para contener a los seguidores del Peje; estos empujan con tal fuerza que están a punto de romper la puerta de acceso de vidrio. Entran diez policías federales y el senador Dante Delgado, de Convergencia, que en ese momento hace acto de presencia, empieza a protestar en voz alta: “Qué vergüenza, la policía invadiendo la Cámara de Senadores”.

Felipe González, del PAN, le responde: “Nosotros los llamamos, para que no se metan a armar alboroto”.

Dante lo empieza a insultar.

Hay bofetadas y Dante responde lanzando un golpe con la pequeña “mariconera” que trae colgando en la mano (otra versión dice que con una cachucha).

Alejandro González Alcocer se acerca, Dante le grita “tú vas y chingas a tu madre”. Alejandro responde con un puñetazo dirigido al rostro del que lo insulta, que éste esquiva.

Santiago Creel y Rodolfo Dorador llegan corriendo. Éste le dice a González: “¿Quién te pegó, Alejandro, quién?”, pero otro grupo de legisladores del PAN interviene y los separa.

Dante se dirige a la tribuna y pide la palabra: ”Señor presidente, tengo derecho a hablar, yo no he tomado la palabra”.

“No p’s cómo, si acabas de llegar”, dice en voz baja Madero y le concede el uso de la tribuna.

Dante, jadeando todavía, quiere sorprender a los senadores que no oyeron la mentada a Alejandro, se dirige a ellos: “Compañeros, éste es el momento de actuar civilizadamente, no nos dejemos llevar por los arrebatos, por el bien de todos, por el bien de la Cámara de Senadores…”

Felipe y Alejandro González se voltean a ver como diciendo: “¿Y éste, de cual fumó?”.

Afuera, Yeidckol Polevnsky, que ya sabe cómo terminó la votación, grita consignas. La multitud está enardecida y empuja con fuerza contra las puertas del lugar, que no ceden. Unos metros atrás, El Peje planea el contraataque. Uno de sus seguidores se le acerca y le dice: “Ora sí, nos ganaron”. Andrés se le queda viendo reflexionando: “Será a ti, ¿a mí por qué? Yo sigo adelante con mi misión”.

Chayito Ibarra está sentada en una de las esquinas, con un sombrero de palma que la protege del sol y abanicándose con un periódico. Claudia igual que Yeidckol, sigue lanzando consignas.

Se difunde la noticia de que los dictámenes ya se aprobaron por abrumadora mayoría.

Todos voltean a ver a Andrés que, desprevenido, les dice: “Esto no se acaba aquí” y los cita para el domingo a las once de la mañana en el zócalo, para una asamblea informativa. Lo piensa más y grita, para que todos lo escuchen: “El próximo martes hay que estar en San Lázaro. La Cámara de Diputados tiene que analizar y votar las reformas que hoy aprobaron los senadores y no los vamos a dejar”.

Poco después de las cuatro de la tarde el contingente se desparrama. Cada quien para donde quiera, las citas son el domingo a las once, en el zócalo y el martes temprano en San Lázaro.

De salida, uno de los que acompañan siempre al Peje, de los que forman los “contingentes”, se dirige a otro: “Ya nos la llevamos larga con el movimiento. ¿Quién sabe si ganemos? ¿Hasta cuándo irá a parar esto?”.

El otro voltea para atrás, para asegurarse de que nadie lo escucha y le responde: “N’ombre compañero, esto va a parar hasta 2012, cuando sean las elecciones. ¿Qué no se ha dado cuenta que estamos en campaña?”.

Más tarde, Joaquín López Dóriga, durante su noticiero informa: “El senador Dante Delgado se agarró a bofetadas y a bolsazos con otro senador, porque Dante le mentó la madre. No cabe duda, ni para eso sirven. Los hombres no se pelean a cachetadas. Bonita cosa, pelearse a bolsazos".

 

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